Posted on Leave a comment

Hace 2 años escribí …

Si pudiéramos recrear
un espacio libre de toda gravedad,
e introdujéramos en él
dos turmalinas, una esmeralda,
algunos rubíes, tres turquesas…
Qué ocurriría?
se unirían por tamaños o colores,
constituirían nuevas constelaciones?..

Entonces consideraba que el trabajo del artista era escoger los elméntos uno a uno y favorecer la diversidad de combinaciones.

Hoy pienso que lo que convierte a alguien en artista es la capacidad de provocar en si mismo ese estado de ingravidez necesaria para que, elementos ajenos,transiten por entre sus trabajos, dotándolos de fuerza.

El artista se desdibuja en un instante que preludia la explosión del big-bang.

Seguramente los monjes dejan seguir su curso a la fruta madura que el artista abría atrapado ansioso para ofrecerla al mundo?

Sí, si a mi me preguntan, la última tentación de los grandes profetas e iluminados pasó por la posibilidad de fascinar a los congregados
ante su suplicio con una exhibición de milagrosos malabares

Y yendo un poco más allá, A lo mejor ahí reside el auténtico misterio de las religiones, en renunciar a nuestras capacidades en beneficio de una causa mayor, que se dibuja a fuerza de respeto…

Leave a Reply